Debo ser obediente,
debo ser obediente,
debo ser obediente con
mis padres y con mis maestros…
Desobedece y haz poesía cuando te pidan ser Poeta, que los
premios son la corona de los pedantes y el primer escalón del artista.
Tira tus pantalones a la entrada de la Universidad de Alcalá
que quien no lo haga los recogerá.
Mata el arte y revive a su fantasma. Vuélvete rico, vuélvete
lengua.
Sé la excelencia o retírate con los despreciables, pero no
lo digas, nunca. No lo uno, no lo otro.
Lee, escribe, traduce y edita. Recorta los laureles de esa
corona de flores, de gardenias con su perfume musical, baila con esa Condesa
que te arrebataron los agitados tiempos presentes y los ejes viales. Defiende a
esta ciudad indefendible y cásate con ella, prístina cronista apersonada a tu
lado. Y contempla, y ve y bebe de tu copa con ella, que de algún tiempo a esta
parte te has encargado de preparar el último día del mundo en el que dirás su
nombre.
Pero sobre todo descansa, pero no en paz que eso es para los
mortales sin letras.