20.2.10

Las tardes de azotea y cigarrillos. (Alondra Shadow)

En las tardes de azotea y cigarrillos cuando platicaba con José, había ocasiones en las que recordábamos nuestra infancia y los juegos pueriles: la temporada de trompos, las cascaritas y el pantalón de los lunes manchado y roto de las rodillas, el regaño materno y el jalón de orejas, las peleas por las canicas más bombochas, los tazos de los caballeros del zodiaco (¿y que cosa era el zodiaco?, nadie lo sabía), las correteadas mutuas entre niños y niñas en una versión de “policías y ladrones” que llamábamos “cárcel” y la niña del salón que nos gustaba pero que ninguno se atrevía a confesárselo, ¿y para qué?, ¿qué ganaríamos haciéndolo?, ¿acaso un tierno beso en la mejilla o un impío rechazo sobreactuado aprendido de largas tardes de telenovelas mediocres al lado de su madre y hermanas?

Entre risas estábamos cuando José, después de exhalar el humo de su cigarrillo, empezó a hablar de su padre, el cual había fallecido de cáncer en la próstata cuando él apenas tenía siete años. Recargó los antebrazos sobre las rodillas, miró hacia un lado y agachó la cabeza. Tan sólo –dijo- hubiese querido que por un día dejara de ser tan estricto, que por un día de los fines de semana y de las vacaciones en lugar de ponerme a estudiar me hubiese llevado al parque para jugar juntos y enseñarme futbol, que por un día dejara de ser tan recto, que me sonriera de frente y me llevara a ver una función al circo, que desde entonces he querido conocer, pero ahora se me han muerto ya las ganas.

Tuve sentimientos encontrados, de pronto me creí afortunado de tener a mis dos padres y sentí deseos de correr para conversar con mi viejo sobre lo que fuera, bebiendo y jugando a las cartas hasta la madrugada. Y de llevarle un ramo de flores a mi madre, abrazarla y decirle que la quería. Sentí un imperioso deseo de hacerlo, pero me detuvo la imagen mental de cuan ridículo me sentiría al final por hacer algo así, movido sólo por las palabras de mi amigo. Así que no agregué ningún “ya pasó” o “sabes que cuentas conmigo”, de alguna forma sabía que José no necesitaba nada de eso. La vida había sido dura para él, y yo era muy afortunado de tenerlo como amigo.

Los cigarrillos casi se extinguían, el viento se llevaba parte de las cenizas y removía nuestras añejas melenas, el crepúsculo anunciaba la llegada de las estrellas y la luna sobre la bóveda un poco más oscura que celeste, los humores también se apagaban, pero por alguna extraña razón jamás los recuerdos.

6.2.10

Avatar o cómo los Pitufos derrotan al imperio de Gargamel con ayuda de Hernán Cortes


Azules son los personajes centrales de la película Avatar, que buenos efectos y que mejor si están en tres “D” dicen algunos, que importa quién nos salve dice una alumna, amigos, colegas y alumnos concuerdan con que la historia que nos presenta el famoso Cameron amante de las películas de tres horas es una joya del séptimo arte, eso me recordó la charla con un buen amigo que decía entre tantas cosas más: “es como los esclavos de EUA ahora están en la India, Pakistán, Honduras, Taiwan, próximamente Haiti (y sus pecados señala Galeano tan circulados en estos días)” EUA termina siendo su única esperanza y salvación” pero que mas da quién nos salve, esa pregunta se mantiene en mi cabeza durante esa charla y cuando escribo estas brevísimas líneas, recordando que actualmente lo único que nos falta por perder es la dignidad.
Aparece entonces en ese contexto una apología más a las conquista de la modernidad anglosajona, sobre los pobres primitivos que no tienen más remedio que aceptar la ayuda de un rebelde anglosajón que lleva a la cordura a los pobres primitivos que ahora no son negros, ni cafés, ahora son azules pero igual con taparrabos y artilugios primitivos, adoradores de la Pachamama, salen triunfantes y victoriosos el sueño de toda Latinoamérica y África, lograr vencer a los adoradores del capital no más que con simples arcos y flechas pero con la garantía de tener de nuestro lado la sabiduría de un personaje civilizado, como en su tiempo lo hiciera Hernán Cortes cruzando Mesoamérica, total “que mas da quien nos salve y cual sea el precio de esa salvación…”
Mi frustración y rencor contra la dominación anglosajona se ve frenada por la voz de una alumna que grita desde el fondo del aula dice: “tranquilo que falta ver que pasa en la secuela” ¡ploppppp¡¡¡¡¡¡