Pues sí, en
alterofilia (sin hache) logramos al fin, después
de casi 1 año ver
Post Tenebras Lux, la más reciente película del tan amado
como odiado Carlos Reygadas.
Siempre hablar de las películas de este hombre es entrar en
terrenos riesgosos, porque Cannes se ha encargado de validar la opinión de sus
fans mientras que el público culto se ha dado a la tarea de reprocharle su
sinsentido y tacharlo de pretencioso. De calidad o no, lo importante es que su
obra da de qué hablar y nos hace preguntarnos qué es eso que buscamos en una
película o lo que pensamos que hallaremos en el cine de arte.
Hablar de una película buena o mala cuando hablamos de Post Tenebras Lux es simplemente echar
ya por la borda el sentido del hablar mismo. Aquí habría que comenzar por
entender al filme como un elemento secuencial de una trayectoria (breve, pero
unitaria), la del director que desde un principio anuncia la película no como
una historia sino como un entramado de vivencias.
Si bien hay un continuo coqueteo con la idea de los
opuestos, hombre-mujer, niño-adulto, luz-sombra, lo que el filme se encarga en
apuntar es que no existe una oposición real entre lo rural y lo urbano. A nivel
metafísico no hay tal diferenciación, y eso lo sabe el diablo más por viejo que
por diablo.
No se trata de hacer una crítica sobre las dinámicas
sociales en lo rural, o de mostrar de forma burlona las divagaciones sobre los escritores
rusos que hace la acomodada clase alta mexicana, es simplemente un decir que el
edén no existe tras la urbe, lo rural es también infierno porque igual lo
habita el hombre. Ni el bien ni el mal son dimensionables, espacio y tiempo son
solamente derivaciones que no pueden ser legibles en el libro de Job (del cual
nace el título del filme). La explicación (si la hubiere) no es humana, no es
lógica. Lo único que tiene un lugar y un tiempo es la fe.
El diablo sale a trabajar temprano, pero no siempre va a la
fábrica. La escena del diablo yéndose a laborar es la que abre y cierra el
filme. Sale de casa (la familia) y a veces se dirige también al campo. Con el
diablo abre y cierra la historia, la escena del rugby es epilogal si me
preguntan. Es Juan y la vida, madrazos y fe ciega en la mera indeterminación y
el azar. Ojo, esto no quiere decir que el discurso pro positivo de los muchachos
explique el contenido de la historia, sugiere solamente la fe ciega en un
indeterminismo en el que la Naturaleza como fuerza bruta es la única encargada
de crear o desvanecer el caos, como en la propia decapitación del 7 que acaba
por hacerse insignificante a la luz de la poderosa tormenta que ocurre
inmediatamente después.
El lente con la deformación (lamento mi ignorancia en el
tecnicismo que nombre a este lente) señala precisamente ese punto, sólo en la
medida en que el foco se centre en lo humano se puede apreciar la ventura o
desventura del devenir natural de las cosas. Hace falta la fragmentación de la
realidad para podernos aproximar a ella desde nuestros juicios de valor, para
verla buena o mala, racional o salvaje, triste o alegre. Por ello lo natural
aparece distorsionado, porque el lente no es capaz de captar (representar) la
complejidad del todo como un gran UNO desde el cual toda aseveración sea
superflua.
La toma que mejor ilustra este punto es la cara de la esposa
del 7, que presenta a la película en uno de sus carteles.
La vida no se detiene a pensar, no pienses la vida como si
fuera muerte, como si fuera un algo. La vida es el diablo mismo, y de eso sólo
los niños se dan cuenta.
No en balde los niños hablan con tanta naturalidad de la muerte,
no en balde es un infante el que abre la película maravillado ante la grandeza
del campo, la velocidad de los caballos y la altura del cielo. No en balde se
cierra la narración con un partido entre niños de rugby que juegan a ser
hombres.
Otro detalle importante, la música es angular en la narrativa
de Reyagadas, y el que la pieza musical central de este filme sea “Its a dream”
de Neil Young habla mucho de la tónica del lenguaje. De hacia dónde apuntan
esas miras del director y desde dónde se da tal señalar con el dedo. La letra
misma de la canción es la que nos involucra de manera definitiva con Natalia,
la esposa y testigo de primera mano del desmoronamiento emocional de Juan y de
la familia misma. No es una canción para confortar al débil, es un auténtico
himno al sinsentido y la tristeza.
Its a dream no es un “ya pasó” sino en realidad un “nada
nunca pasa”
Y pues sí, dirán que en alterofilia (sin hache) somos bien
pinches snobs, pero ocurre que sí hemos disfrutado Post Tenebras Lux tanto como
antes Luz Silenciosa y antes de ella Batalla en el Cielo y Japón.
No es una película para ver, sino para digerir; después de la oscuridad viene la luz.