In memoriam Arbenz, Lumumba, Mossadeq, Allende, Torrijos, la República Española, Moro, Palme, Villa, López (Paraguay), et homo homini flos: Guevara (inter alii).
Advertencia.- Contenido de opinión (la mía). No odio, no críticas sin fundamentos, no palabrotas gratuitas
s'il vous plaît... No es para tanto después de todo.
Revisando apuntes de octubre 2012 y recordando la no tan reciente campaña de morbo en torno a la salud del Comandante Chávez, y a falta de espacio, con la necesidad de vaciar el escritorio de papeles, me permito la siguiente reflexión: una carta que nunca se envió, a guisa de respuesta a los comentarios que escuché en boca de un respetado intelectual en el noticiero matutino.
Dice: Ante la victoria electoral de Hugo Chávez y la consecuente rechifla de los psitácidos usuales, me permito aventurar una explicación ante lo que ellos (los psitácidos) es una decisión ilógica, cretina, propia más bien de aldeanos medievales que de una sociedad posmoderna. Con total falta de tacto y cortesía (y de la mínima originalidad) se ha hablado de la reelección en los gobiernos de izquierda en América Latina como de un "cáncer de la democracia". Obviando lo anterior, démosles juego. Aceptemos el reto.
¿Porqué se tiene - porqué tenemos - la esperanza de que líderes como Fidel, Hugo, Evo, duren en el poder, en la vanguardia de la marcha durante muchos, muchos años?
Porque sabemos cómo opera el
establishment. Porque los liderazgos de nuevas generaciones (y de cualquier generación) nos los cortan en la rama. Nos los cooptan, nos los compran o nos los asesinan. Nos los suicidan, nos los accidentan, nos los amenazan, nos los satanizan o nos exponen sus humanas flaquezas. Porque sabemos lo que nos va a costar encontrar nuevamente una figura que supere todas las barreras de entrada. Porque hemos aprendido desde la comuna de París - a tablazos, coscorrones y desapariciones - cómo opera el poder establecido contra el mínimo asomo de amenaza a sus intereses (entiéndase del imperio no en tanto ente territorial, sino en tanto forma de ver la vida, en tanto cultura y convicciones políticas, bien o mal fundadas).
No nos importa ceder un poco en cuanto a variedad en aras de la estabilidad o en aras de alcanzar a avanzar un poco más. Sabemos que de momento estamos viviendo (o lamentablemente sólo lo están viviendo los países gobernados por esos líderes) una primavera de progreso, de solidaridad, de tardía pero muy agradecida justicia, y la disfrutamos aun más, sabiendo que no se nos va a permitir mantenerla para siempre. Sabiendo que los lobos, acechan el campamento (no hablo aquí de la mayor parte de la gente de derecha, que seguramente busca el bien de su país a su mejor o peor entender, sino de los poderes establecidos o fácticos). Que los lobos están esperando que se extinga la fogata para caer sobre hombres, mujeres, niños y ancianos. Mientras que nosotros nos apuramos a hacer reparaciones, a fortificar y curarnos con la esperanza de llegar al nuevo amanecer, que ya después veremos...
Sabemos que aunque somos más, el dinero es más pesado. Las armas son más pesadas. La propaganda tara alevosamente la balanza. Con esa ominosa verdad en la conciencia, nos carcajeamos de los argumentos de "demócratas", "realistas" y "modernos", propios de nuestros adversarios. Con una sonrisa condescendiente asentimos. Concedemos. La edad o la experiencia quizá tumben las barreras que los argumentos no pueden. Mientras nos basta que ese hombre, esa mujer necesarios, nos garanticen transparencia en los hechos, que nos garanticen opinión y derecho a revocar su mandato.
Esto, esto es democracia.
Esto es más real que la de los arreglos corporativos que favorece la
intelligentsia de "centro y derecha", aquella de "me quito yo y te pones tú (guiño)" y "tú no me saques mis trapos sucios, yo no te saco los tuyos". Y por supuesto la izquierda o la mal llamada izquierda en ciertos países (como México, donde mucho refugiado, renegado o simplemente rechazado del régimen halla amparo y chivo), también adolece de los mismos vicios de arreglos y corrupción.
Ventaja de los progresistas comprometidos: siempre un ojo al enemigo externo y otro al interno. Los primeros
whistleblowers o denunciantes de la izquierda son los radicales. Por eso la izquierda siempre se divide y acaba por perder. Porque al interior es difícil conciliar posturas. Un ultra, por el contrario, difícilmente expondrá públicamente a sus compañeros menos ortodoxos. Por eso este tipo de arreglo ("concertación", "diálogo", "apertura" le llaman) resulta al comentarista, teórico, politólogo o historiador poco comprometido o acomodaticio, mucho más civilizado, razonable y maduro. Por eso, a diferencia de su opinión sobre los líderes progresistas actuales, no se escuharon sus críticas a regímenes como la Junta Militar en Brasil y Argentina, por eso no veían caso en enjuiciar a Pinochet o en repudiar al gobierno chino con la misma vehemencia con que hacen con el cubano o venezolano. Por eso no se desgañitaron en contra de Echeverría, ni mucho menos con Díaz Ordaz, etc.
Por mi parte, diría "Estimados..." no. "Respetados golpeadores: No insistan en educarme. Basta ya de tratar de adormecernos, no engañan a nadie". Ofrecería una mano de paz (por supuesto no correspondida), y procedería a olvidar la consecuente sarta de injurias para seguir imaginando soluciones para dar más poder a la gente, con la esperanza de que cada día seamos más quienes nos cuestionemos cómo es que si el sistema está tan bien, pueden tantas cosas ir tan mal.
Volviendo al caso de Venezuela 2012... Considerando que no hay fraude denunciado y que hasta los contrincantes han reconocido su derrota, decir que la apuesta del pueblo venezolano por la continuidad es una práctica antidemocrática no sólo es incorrecto sino que es malicioso. Democracia, se entiende, es es el gobierno elegido por la mayoría de los gobernados, sin exclusión
a priori. Partiendo de reglas serias, no habiendo denuncias de fraude y existiendo además reconocimiento de los adversarios, no se puede decir que la elección de un candidato A es más democrática que la de un candidato B. Por mucho que nos desagrade física, ideológica o emocionalmente un candidato, e independientemente de que represente una reedición del gobierno anterior, si cuenta con la validación de los gobernados, deberá aceptarse que se trata de un régimen democrático, no impuesto, sino deseado. Y mientras no haya prácticas extraprocesales como coacción, abuso de poder (financiero, informativo, militar, religioso) o trampas como la suplantación de votos y/o votantes, candidatos o programas, ambas (o todas) las plataformas deben considerarse igualmente democráticas.
No puede exigirse a un movimiento que actúe "civilizadamente" y "dentro de las instituciones", para después denostarlo si triunfa, con el epíteto de "antidemocrático". Los gobiernos de izquierda que gobiernan en América del Sur no son autoritarios en virtud de que están constantemente sometidos al escrutinio de sus gobernados y a la vigilancia de la comunidad internacional. Chillantes e incómodos, probablemente. Pero no prohibitivos, violentos o intrusivos, como sí lo fueron las dictaduras muy militares y muy de derechas que padecieron muchos de esos mismos pueblos durante el siglo XX.
Se puede concluir entonces, para ser consecuente, que se trata de gobiernos de los pueblos, por los pueblos. Finalizando, y a la luz de la obra social que en varios de estos países se ha dado a conocer, cabe igualmente decir que se trata de gobiernos para los pueblos.
Ni más, ni menos que Democracia.
JM.