A mi entender el primer atributo de un buen libro es su
capacidad de exteriorización, el ansia insaciable de salir de sí para entrar en
el lector, y no sólo eso sino el salir de éste a como dé lugar.
Esa sensación estuvo presente en mí desde que comencé a leer
los primeros capítulos. La mano de la
buena fortuna es un libro que no te deja en paz incluso después de haberlo
cerrado y arrinconado en el mueble del orgullo, la cola del pavorreal que todo
lector tiene en casa, el librero pues. Estuvo presente desde los primeros días,
pero esa sensación es también algo medio inefable en el mejor de los casos; en
mi caso no podría decirse que lo es. Fue más que inefable, y seguro lo seguirá
siendo pero no puedo dejar de recomendar este libro, aunque sea con medios
pobres.
La mano de la buena fortuna cuenta la historia de un libro,
escrito por el excéntrico Anastas Branica para vivir en él con su amada Nathalie
mientras el mundo tal como les era conocido se desmoronaba. El libro es una casa
que les aguarda a su vejez, ese tiempo en el que se espera (nunca con éxito) la
plenitud existencia. Es al tiempo que una historia de amor una oda al fenómeno
de la lectura, a la esperanza y a la historia de Serbia.
Goran Petrovic logra meternos a la trama de un modo sutil y
con el encanto de un mago, una trama mágica al fin y al cabo: los libros tienen
vida propia y son capaces de formar un mundo al que nos podemos escapar de vez
en cuando para encontrarnos con otros exiliados. La premisa es vieja, pero aquí
ese mundo es completamente real y mucho más interesante.
Anastas se crea un mundo, “Mi legado” en el que invierte
todo esfuerzo y esperanza de encontrarse con su amada, sin importar fronteras
ni condicionamientos. A modo paralelo se narra la historia de Adam Lozanic, un
corrector de estilo al que muchos años después se le encarga la tarea de afinar
el texto de Anastas, tarea que cumplirá siempre y cuando se encuentre con
Jalena, su amor platónico, en el camino. Ahí también estarán la camarada Galia
y el camarada Sreten, policías de las letras y las ideas, otros 2 ávidos
lectores a los que las letras unen de modo trágico, como toda historia de amor
digna de ser contada.
El amor es en esta novela leer, y escribir y leer lo escrito,
con el anhelo de que los amantes se encuentren en ese acto. Para vivir hay que amar, o bien crearse una
historia que es lo mismo.