23.12.13

Ítaca

ÍTACA.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.
-Konstantínos Kaváfis

3.12.13

Un non só che nell'occhio

"Ojos se necesitan hasta en los mismos ojos"  - Gracián

"Me recuerda a sir John Taylor, que llamó al ojo Proteo de las Pasiones. Me recuerda también el ojo temible del califa Vatek, Comendador de los Creyentes, que fulminaba a quien lo veía cuando estaba enojado. Y el ojo en llamas que Ixora tenía en la frente y con el cual redujo a cenizas a Canteven, cuando osó engañarlo con su esposa Paramasceri..."
Pero yo insistí en mis comparaciones, tan impresionado estaba…
Comparable tan sólo con el As de Oros, al ojo del Triángulo Trinitario, al ojo inmóvil fijo en un muro que imaginó San Buenaventura y que observa todos los movimientos de las cosas y las personas, o al ojo único sin párpados y eternamente abierto del Macrosopos o Gran rostro del Zohar: te juro Estefanía, que el carbunclo que representa al Ojo Penino, nunca resplandeció con tanta intensidad; que nunca fue tan reluciente el tercer ojo terrible de Shurem, ni tan espantoso el ojo que tenía en la nuca el gigante Argos o en el occipucio Cuchulainn el niño monstruo, o tan hermosos los cien ojos que otros mitólogos dicen que el mismo Argos tuvo antes de transformarse en pavor real; así como las manchas de Devandiren que se transformaron al revés cada una en un ojo, cuando Guadamen lo perdonó, nunca fueron tampoco tan peregrinas. De la misma manera, Estefanía, el Ojo de la Noche que contempló a Virgilio moribundo en la calle Miseria y el ojo de Júpiter Trioptalmos encontrado en la guerra de Troya, nunca fueron tan omnipotentes ni tan agoreros. Ni tan bello el ojo de Odín, que dio a cambio para beber del pozo Mimir el agua de la sabiduría y del cual salió la luna. Ni tan luminoso el ojo de ese otro gigante escandinavo, Junner, del cual salió el sol.

Y cuando se me acabaron las comparaciones, me encaminé al librero, abrí una Historia del Arte, y me encontré con el ojo-reloj y el ojo-pintor de Salvador Dalí; el ojo del Ladrón de Mujeres de Sirio Musso; el ojo en la cuchara de la pintora de Ojos de Clerici; el ojo-reloj-de-sol de Trevisan; el ojo destructor de Man Ray que aniquila el espacio, y tantos otros ojos más sin que faltaran los pintados por Magritte y Max Ernst, y el ojo celeste de Odilon Radon… 


-F. del Paso