Que los futbolistas brasileños son mejores que los mexicanos, y también juegan mejor al fútbol.
Como decía un colega a través de Tw, en México el amor por
el fútbol es un amor no correspondido. Yo diría que no solamente no es
correspondido sino que además es masoquista, como todo amor de todo mexicano.
La selección nacional es la gran encargada de este asunto,
esa selección que muchos creen que es un “representativo nacional” (si ellos
fueran una representación de la nación 1 de cada tres mexicanos vivirían en
Europa y todos viviríamos en la opulencia). El fútbol no es una competencia
entre naciones, es un partido organizado por gente adinerada que les genera más
recursos a través de nosotros.
No hay cosa más triste y dulce que el amor no correspondido,
por eso no hay cosa más triste y dulce que el fútbol en México, y lo peor, que
algunos futbolistas.
Como los amores no correspondidos: nos ningunean, nos ignoran
y hasta nos hieren a veces, los futbolistas se han encargado de hacernos dudar
del último resquicio de inocencia y sonrosada sonrisa en todo hombre (y pocas
admirables damiselas), nos han hecho dudar del Fútbol (así, con mayúscula) y
del juego mismo.
La competencia proactiva, ese ánimo lúdico de patear una
pelota que instintivamente se da en cada infante que apenas se comienza a relacionar
con el mundo de pronto se ve manchada gracias a las particularidades de ese
deporte en general.
Los futbolistas mexicanos (que no todos) aprendieron sobre
esta terrible situación desde antes de aprender a jugar fútbol, nosotros todos
se lo hemos enseñado. El ídolo es intocable y la masa alrededor de él es inquebrantable
en su miopía. No importa cuántos orines caigan sobre las gradas del estadio cada
que juega nuestro equipo favorito, seguiremos ahí estoicos, espartanos sin
abrir la boca (para que no entren los miados)
y sonriéndole a la parsimoniosa cancha verde.
Los futbolistas saben cómo somos y por eso son como sólo
ellos son. Los mexicanos por lo menos.
Y por eso son noticia cuando la selección no da resultados, porque
nos descubren como borregos (como decía mi padre): huevones y bravos. Y a nadie
le gusta escuchar que le digan cómo es.
Pero claro que eso no los exculpa. Si el fútbol es una
relación de interdependencia entre amantes no correspondidos y seres amados, al
menos los amados deberían ser educados y no mentarnos la madre porque nos
sentimos heridos y lo expresamos con rabia.
Cuando hace unas semanas la afición mexicana silbaba de
tristeza el no poder gritar un gol con su equipo consentido en su propia casa
espiritual esto fue lo que les regaló el capitán del mismo
También hace 3 años, un futbolista hoy olvidado se reía de
la prensa y de su gente por saberse ajeno a la nación que tanto le lloró y que
tanto le sonrió
Y hace unos días, un indignado Salcido se quejaba en Tw
Pero repetimos, este no es un post sobre fútbol, sino sobre actitudes concretas de quienes lo profesan.
Pero repetimos, este no es un post sobre fútbol, sino sobre actitudes concretas de quienes lo profesan.
Seguramente pocos son ajenos a la información que nos llega
desde Brasil, en donde la Copa Confederaciones ha logrado dar la nota no solamente
sobre los partidos sino además sobre la reacción que tienen los brasileños ante
esto.
Contexto: Brasil es un país de moda en el contexto global,
ha logrado que su economía despegue y parezca ejemplo para muchos, sin embargo
sus logros macroeconómicos no corresponden con la microeconomía del brasileño
promedio, y cuando digo promedio hablo de la mayoría, léase (según WB) 21% de
pobres extremos más el 55% de clase trabajadora. Brasil es el país 22 del
ranking de 160 con mayor desigualdad social.
Así pues, cuando el gobierno del país se avienta el paquete
de organizar una copa mundial y de organizar unos juegos olímpicos con tan sólo
2 años de diferencia, lo natural es que el sentido común en la voz de la gente
explote y salgan tantos a la calle a protestar por un incremento en el
transporte público (mero pretexto) y en el costo general de los servicios.
Ya me imagino la reacción de los futbolistas mexicanos...
Pero mucho más agradable hablar de los futbolistas brasileños,
al final de cuentas y como lo quiera usted leer, mejores y de más altura.
“La gente de Brasil necesita mejoras” – Hulk
“Me parece bien que la gente proteste por sus derechos” –
David Luiz
Y el tan opacado Neymar: “Siempre tuve fe en que no sería necesario
que llegáramos al punto de tirarnos a la calle para exigir mejores condiciones
de transporte, sanidad, educación y seguridad, sobre todo porque es una
obligación del Gobierno”. “Hoy, gracias al éxito que ustedes [en referencia a
los aficionados] me proporcionan, podría parecer demagógico por mi parte —pero
no lo es— levantar la bandera de las manifestaciones que recorren todo Brasil;
pero soy brasileño y amo a mi país”
También los exfutbolistas hablaron:
“Es una vergüenza que el mundial se vaya a celebrar en
Brasil con las desigualdades existentes, con gente pasando hambre” – Rivaldo
Por supuesto hubo quien tomo el asiento más cómodo, Pelé salió a invitar a la afición a no protestar y
mejor echarle porras a su selección (retórica digna de quien vive de la institución
del amor, muy a la mexicana, por el fútbol). Aquí el video.
Y en breve, al respecto respondió Romario (ex futbolista),
actual diputado y símbolo en Río del carácter social en la política brasileña,
con una guante blanco a callar al Rey: “Pelé en silencio es un poeta”
Con razón a nadie en el mundo le cae mal un brasileño (salvo
quizá algunos nacionalistas uruguayos y bolivianos).
Yo al menos, no podría estar enojado cuando Brasil le gana a
México en fútbol, porque gana el mejor.
Sorry :(
Nota 1
Repetimos esto no es post sobre fútbol es un post sobre algo
que pasa hoy en día y sobre cómo los ídolos que creamos responden a las situaciones
que creamos (por permisión u omisión). Y lo peor, sobre el cómo aguantamos (al
menos en México) tales respuestas.
Nota2
Una gran nota al respecto del caso brasileño la hacen José Sámano y Luis Martín, El fútbol también protesta
Nota2
Una gran nota al respecto del caso brasileño la hacen José Sámano y Luis Martín, El fútbol también protesta