Nada es un cuento largo de Jane Teller que habla, como todo
buen libro de una historia anobjetiva de alcance universal. Irrealizable pero
real.
La vida apacible de los alumnos de una escuela primaria danesa se ve interrumpida por la epifanía de Pierre Anthon (uno de los alumnos) que de pronto comienza a pregonar el sinsentido y futilidad del mundo.
Nada importa. Hace
mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de
descubrirlo.
Y al hacerlo Pierre Anthon canta, baila y ríe, y mientras lo
hace abandona la escuela para instalarse en las copas de un ciruelo. Qué destino
tan feliz. Y desde ahí repetir el nuevo evangelio, las buenas nuevas, Nada
importa, hace mucho que lo sé
Su audiencia es un grupo de pre-púberes; a los 11 años se
está terminando de construir el universo de significado, por lo que las
noticias de Pierre Anthon no son bienvenidas. Algo debe importar, de no ser así
todo estaría mal.
Determinados, se lanzan todos en la búsqueda de sentido, pero
al no poder convencer a Pierre Anthon de que todo tiene un significado terminan
decidiendo que el mismo debe construirse.
Y es precisamente la construcción del significado lo que
termina por hacer transitar a esta historia de un cuento de hadas a un
auténtico relato de terror. Lo peor de todo, fundado en la misma naturaleza
humana.
Es la historia de un grupo de niños arrojados a la madurez
racional desde la máxima inmadurez emocional. El perfecto detalle es ocultarlo a los
adultos, es una historia de niños.
La relación entre maldad absoluta y niños ha sido explorada
desde hace mucho tiempo y en diversas formas por las expresiones culturales (El señor de las moscas en literatura y El Listón Blanco en cine son solamente 2
mínimos ejemplos), pero son pocos los casos
en los que tiene un calado tan hondo y que se explica más allá de la
historia misma.
Si usted no teme a un grupo de niños es porque simplemente
no quiere ver lo evidente, que nunca serán culpables de sus peores actos; y ellos
lo saben.
Cuando la capacidad lógica es lo primordial en un sistema
pedagógico es natural la aparición de una discapacidad ético-social
en los individuos. Más aún si se trata de individuos saltando esa brecha
invisible entre niñez y madurez.
Nada describe espléndidamente (qué bonita palabra) la
naturalidad con que la espiral lógica se desarrolla en detrimento del auténtico
significado moral, ese con el que los mismos chicos querían demostrar a Pierre
Anthon que hay un sentido del mundo, que sí importa.
Sólo al perder algo se aprecia su valor.