10.5.10

Un chucho contra el sistema



Lukanikos es el nuevo icono de la resistencia ante el sistema represor de la cruda economía de comienzos del s. XXI.
Ahora que Grecia esta sufriendo la mano dura del sistema económico europeo, un perro está viendo lo que muchos de nosotros no.
Lukanikos se resiste a habitar un mundo en el que el 40% de la riqueza está en manos de menos del 1% de la población. Se resiste a vivir en un país que para ser “rescatado” tendrá que bajar las pensiones de los jubilados, bajar las tasas para los inversores extranjeros, reducir gastos de seguridad social, adelgazar los salarios de los funcionarios públicos, entre otros tantos.

La fama del can se ha disparado, y en alterofilia (sin hache) le guardamos un pequeño espacio para honrar su lucha.

Mas info aquí, aquí y aquí.










6.5.10

Arroz!!!

Ahora resulta que la culpa de la pederastia es de los mexicanos.
Según el letradísimo Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, el único pecado de Maciel fue nacer aquí. Que diosito no nato nos salve entonces...


Reproducimos la nota de Gabriela Warkentin en El País


Maciel, ¿quién te manda ser mexicano?


Y hay quienes se enojaban porque Speedy González nos perpetuaba en el estereotipo. ¡Cuánto nos faltaba por vivir!

Resuelto el problema: si Marcial Maciel no hubiese nacido en México, nada habría sucedido. Ya está. Lo demás son conjeturas necias, y ganas de perjudicar al prójimo.

Las atrocidades cometidas por el fundador de los Legionarios de Cristo, poderosa y hoy cuestionada orden, no se deben a una enferma personalidad retorcida, a un clima de impunidad, a una perversa miopía de la Iglesia, a un oscuro sistema de complicidades, a una enredada venta de favores, a un tejido transnacional de servicios... no, no, no, nada de eso, señores. Se deben a sus raíces mexicanas; a que nació en el "muy mexicano estado de Michoacán". ¡¡Arroz!!, diría el inefable Mauricio Garcés, galán de películas de mujeres profusas y caballeros de gasné. También muy mexicano. Digo, ya puestos a encasillar.

Cuánta tinta ha corrido para tratar de entender la identidad de los que aquí moramos, en México. Fuentes, Paz, Ramos, Krauze, Novo, Monsiváis; cronistas, evangelizadores, filibusteros; pintores, músicos, escultores, cineastas, fotógrafos; sociólogos, urbanistas, historiadores, periodistas. Un larguísimo etcétera de mentes, voces y plumas que desde hace siglos, literalmente, se han dedicado a desgranar esto que es la "mexicanidad". Ahora que estamos en plena invocación de la Independencia, que hace 200 años nos dio patria, y de la Revolución, que hace 100 nos resignificó horizontes, hay foros y debates y discusiones y rollos mediáticos y más foros para revisar la identidad del mexicano, su transformación y proyección. Tanta tinta, tantas neuronas echadas a andar, tantas voces... y a nadie se le ocurrió preguntarle a quien en tres minutos definió nuestro ser mexicano: "somos medios tramposos, medios mañosos, medios dobles". Y ahí no queda: ¿qué hay en "las raíces mexicanas" del personaje en cuestión, ése que cometió los crímenes de que se le acusan, que resulta casi inevitable su actuar? Es, en resumen, "un caso extremo y monstruoso de ser mexicano". ¡¡¡Arroz!!!

Quien habla es el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara e influyente hombre de relaciones. Todo en una charla con la periodista Carmen Aristegui. La incontinencia declarativa de Sandoval Iñiguez nos brindó las joyas de la semana: ¿por qué no revisamos las raíces mexicanas de Maciel?; ¿por qué del pueblo mexicano salió un fundador así?; todos los fundadores de grandes órdenes son santos, salieron bien, y el único gran fundador, este mexicano, salió mal... ¿que no nos representará a todos nosotros, mexicanos, medios tramposos, medios mañosos, medios dobles? "Lo que tiene la olla, saca la cuchara": de refrán popular a sabiduría de prelado. Yo confieso que quedé tranquila. Insisto, ya está: Maciel no es culpable más que de mala suerte geográfica. De no haber nacido en México, ningún delito habría cometido. Eso entendí, ¿o no?

¡Ay, Cardenal!, cuántas cosas salen de nuestras bocas cuando la verborrea se impone.

He comenzado ya mi colección anual de declaraciones absurdas y estúpidas, y la de Sandoval Íñiguez va ganando puntos. Y no, no me azoto: por supuesto sé que hay condiciones, algunas marcadas por devenires históricos, que hacen que México viva un particular clima de impunidad y de tranzas generalizadas. Ahora que de eso a ponernos en resignación determinista hay largo trecho. Y no, no tiro a locas al Cardenal, porque él predica desde un púlpito muy público y muy magnificado, y porque, aunque nos cueste trabajo creerlo, sus palabras le importan a muchos. Una estupidez dicha en el vacío, es un soliloquio desafortunado. Una estupidez vociferada desde el foro público, es una aberración con consecuencias.

Pero en fin, me divierten estos personajes. Me regresan mi capacidad de asombro. Y en una de esas hasta activan mi indignación. Yaaaa, no nos molestemos porque Speddy González es un ratón abusivillo, ni porque el frijolero greaser siga siendo la estampa de mexicanidad para el gringo promedio. Si Sandoval Íñiguez, que tiene derecho de picaporte en las esferas celestiales, nos retrató, pues ya estuvo: contengamos a los mexicanos, porque ellos están impedidos, en esencia, a bien obrar. No es culpa nuestra, de veras, nosotros sí queremos ser buenos. Dice el Cardenal que, por haber sido Maciel mexicano, no debemos hablar de él; porque allá afuera, en el mundo y universos vecinos, sabrán que los que aquí nacimos somos un desastre de proporciones bíblicas. Faltaba más, a guardar silencio entonces.

¡Dios mío!, ¿por qué nos has abandonado?

¡¡¡¡Arroz!!!!